It is the truth

12/09/2011 § 4 comentarios

¿No necesitaría menos esfuerzos para ser bueno de verdad que para sostener la apariencia de una bondad infundada? ¿Y cómo, si la exteriorización de la bondad agotaba sus energías? La dirección de sus esfuerzos le parecía irreversible. Debería haber empezado con el buen pie desde el principio, cuando aún estaba a tiempo de emprender el camino de la verdad, la vía recta, en lugar de complicarse en la creación del subterfugio. Ahora su vida era ya demasiado tortuosa y laberíntica para remontar el hilo hasta aquel hipotético punto de partida, hasta el momento de la primera simulación, de la primera impostura, cuando sin saberlo había hipotecado sus fuerzas a perpetuidad, quedando sin la menor esperanza de enderezar la trayectoria. No, no cabía la mínima esperanza de enmendar su vida sin ponerla patas arriba, hasta el elemento más insignificante jugaba un papel en la arquitectura del engaño.

You are a mistery to yourself, le dijo alguien.

¿Y quién no? ¿De qué servía analizar sentimientos, deseos, pulsaciones íntimas? Tan pronto como sabía lo que sentía, dejaba de sentirlo, o al menos lo sentía de una manera distinta. Ya antes de saber lo que quería había empezado a desear algo nuevo, algo que muchas veces no tenía nada que ver con lo anterior, cuando no lo contradecía. ¿Y no era saber, hablando de sentimientos y deseos, lo mismo que decidir, decidir lo mismo que decir, decir lo mismo que mentir, aun sin sospechar que se miente? ¿No lo sospechaba él? ¿No lo sabía? ¿Y cómo podía saberlo?

Someone has said that a man is what he believes, le dijeron.

¿Y quién había dicho eso?

I don’t know, le dijeron, but it is the truth.

Esnobismo

09/09/2011 § 2 comentarios

 

El esnobismo del que habla Girard en Mentira romántica y verdad novelesca, el conflicto angustioso entre la experiencia personal y el testimonio ajeno, resuelto naturalmente en favor de lo ajeno, no afecta sólo a la opinión y el deseo, calcando el juicio propio sobre el juicio del experto y deseando únicamente lo que el otro desea. El esnobismo, como naturaleza postiza, se manifiesta sobre todo en el acto que no nace de una propensión espontánea sino en la voluntad de exhibirse en la realización de ese acto. Y es que el capital de la experiencia humana le ofrece a cualquiera un complejo sistema de actos y actitudes codificadas que remiten a esnobismos de todo pelaje. Entre los más notorios podríamos citar el esnobismo de la inteligencia, el esnobismo de la bondad, el esnobismo del gusto y el esnobismo de lo sublime. En todos ellos el acto se ejecuta con una especie de gesticulación desligada de la intención genuina e incapaz de trascender la condición de mueca. A la forma, podría decirse, le falta la sustancia, aunque no desde luego por una deficiencia de la forma. Al contrario, nadie más preocupado que el esnob por guardar las formas. El esnobismo es, en este sentido, un tipo extremo de afectación, pero entendiendo que lo que en el esnob hay de afectado no recubre una opinión personal, un deseo real o una manera de ser genuina. La afectación es la personalidad del esnob, la realidad del esnob, lo genuino del esnob. Así es como, en un medio dominado por el esnobismo, la representación de la inteligencia, por ejemplo, acaba por ser la única forma posible de inteligencia, y la acción bondadosa termina encarnando una bondad tal vez burda y desprovista de pureza, pero sin duda mucho más simple y menos problemática.

¿Dónde estoy?

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